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domingo, 25 de septiembre de 2011

Extractos de City Of Lost Souls de Cassandra Clare

City Of Lost Souls, es el quinto libro de la saga de "Cazadores de Sombras" de Cassandra Clare que, por lo que sabemos hasta ahora, saldrá a la venta en mayo del 2012.

Pero, aunque no sabemos todavia la sinopsis del libro, tenemos algo mucho mejor, y son varios estractos del libro.

Extracto 1:
¿Qué está sucediendo?" Era Jace, habiendo liberado su camino del grupo de bailarines. Más de las cosas relucientes habían caído sobre él, trozos plateados brillando contra el oro de su pelo. "¿Clary?"

"Lo siento," dijo ella, poniéndose en pie. "Me he perdido en la multitud."

"Me he dado cuenta," dijo él. "En un segundo estaba bailando contigo, y al segundo habías desaparecido y una loba muy persistente estaba intentando deshacer los botones de mis vaqueros." Cogió la mano de Clary, sonando ligeramente en su muñeca con sus dedos. "¿Quieres irte a casa? ¿O bailar un poco más?"

"Bailar un poco más," dijo ella, sin aliento. "¿Te parece bien?"

"Siguid." Sebastian se inclinó hacia atrás, sus manos preparadas detrás de él en el límite de la fuente, su sonrisa como una afilada cuchilla. "No me importa mirar."

Algo brilló a través de la visión de Clary: el recuerdo de una huella de una mano ensangrentada. Se había ido tan rápido como había venido y frunció el ceño. La noche era demasiado bonita para pensar en cosas feas. Miró atrás a su hermano por solo un momento antes de que dejara a Jace conducirla de vuelta a través de la multitud hasta su límite, cerca de las sombras, donde la presión de cuerpos era menos agobiante. Otra bola de luz de color explotó en sus cabezas mientras caminaban, dispersando plata, y ella inclinó su cabeza hacia arriba, cogiendo los trozos salados y dulces con su lengua.

Jace se paró y la volvió hacia él. Podía sentir el líquido plateado deslizándose por su cara como lágrimas. Él la atrajo hacia él y las besó, como si estuviera besando lágrimas para quitarlas, y sus labios eran cálidos en su cara y la hizo temblar. Ella alcanzó la cremallera de su chaqueta del ejército, la rasgó hacia abajo, deslizó sus manos dentro y sobre el botón de su camiseta, después debajo del dobladillo, sus uñas arañando suavemente sobre sus costillas. Él se detuvo y ahuecó la parte de atrás de su cuello con sus manos, apoyándose para susurrarle en el oído. Ninguno de ellos pudo haber dicho si estaban bailando más: la música hipnótica los envolvió, pero Clary apenas se dio cuenta. Una pareja bailando pasó riendo y haciendo un comentario burlón en checho, que aunque ella no pudo entenderlo, sospechó que se trataba de "cogeros una habitación."



Jace hizo un ruido de impaciencia y después la estaba empujando detrás de él otra vez, a través del final de la multitud y fueron dentro de una de las habitaciones oscuras que estaban alineadas en las paredes.

La habitación era cónica, con un bajo pedestal de piedra en el centro en el cual estaba una estatua de ángel, como de tres pies de alto. Estaba hecha de basalto negro, pero sus ojos eran de cristal, como los ojos de una muñeca y sus alas eran plateadas. El suelo era resbaladizo y húmedo. Patinaron a través de ella para llegar hasta la pared. Jace puso su espalda contra ésta, y después estaba besándola, magullándose fuerte y con hambre de besos. Probó salado y dulce, también, y gimió mientras ella chupaba el gusto de sus labios. Las manos de ella se enroscaron en su pelo. Estaba oscuro en toda la habitación, tan oscuro que el perfil de Jace era de sombras y dorado. Ella apresó los bordes de su chaqueta, sacándoselos de los hombros; se cayó al suelo y la empujó lejos. Las manos de ella subieron por debajo de su camiseta, arañando su espalda, los dedos clavándose en su piel, capas suaves de piel sobre músculo duro.

Jace la besó más fuerte y ella agarró sus hombros mientras él lamía su labio inferior en su boca y la mordía, enviando un shock de placer mezclado con dolor a través de su cuerpo. Se retorció para acercarse más a él y sentir su aliento acelerarse; podía sentir sangre en su boca, sal y calor. Era como si quisieran cortarse el uno al otro, aparte, pensó, para escalar dentro del otro y respirar la respiración del otro y compartir con el otro los latidos de corazón, incluso si los mataba a ambos. Había sangre debajo de sus uñas dónde había arañado la espalda de él.

Jace la presionó hacia adelante, llevándolos a ambos alrededor para que ella estuviera entre su cuerpo y la pared. Mientra se giraban, él rozó el borde la estatua del ángel, derribándolo al suelo y destrozándolo además en una nube de polvo de mármol. Él se rió y se tiró al suelo delante ella de rodillas entre los restos de la estatua rota. Ella lo miró, aturdida por como pasó las manos por sus botas, con las piernas desnudas, con el encaje que bordeaba la parte inferior de su vestido deslizándolo. Ella contuvo el aliento, mientras sus manos se escaparon como el agua sobre la seda, hasta la cintura, para luego sujetar sus caderas, dejando vetas de plata en la seda.

"¿Qué estás haciendo?," susurró. "¿Jace?"

Él la miró. La luz peculiar en el club volvió sus ojos en una gran variedad de colores fracturados. Su sonrisa era malvada. "Puedes decirme que pare cuando quieras,"dijo. "Pero no lo harás."

"Jace..." Sus manos agarraron las capas de seda de su vestido, arrastrando el borde, y se inclinó para besar la piel de sus piernas, la piel desnuda donde terminaban en sus botas, sus rodillas (¿Quién hubiera dicho que las rodillas eran tan sensibles?) Y más arriba, donde nadie jamás la había besado antes. Los besos eran suaves, y aún cuando su cuerpo se tensó quería decirle que necesitaba más, pero no sabía exactamente qué necesitaba, aunque eso no importaba porque él parecía saberlo. Ella dejó caer la cabeza contra la pared, medio cerrando los ojos, solo oía el latido de su corazón como un tambor en sus oídos, y más y más fuerte aún. 

Extracto 2.
"¿Has oído acerca de Luke?" Todos asintieron. Simon había dicho a Isabelle y a Jordan lo que sabía sobre el viaje en tren de Luke. Maia se puso a caminar junto a Jordan, a su paso por el parque, eran un grupo de cuatro personas en movimiento. Jordan tenía las manos en los bolsillos y estaba hablando en voz baja a Maia, de hombre lobo a mujer lobo. Simon miró a Isabelle, caminando en silencio junto a él. La débil luz del sol de noviembre había salido de detrás de las nubes y destacaba el rojizo de su cabello. Olía a su propio champú de manzana y a cazador de sombras. "Entonces", dijo. "¿Quieres que te pregunte por qué te desmayaste en mi cama ayer por la noche cuando llegué a casa, o no?" "No me desmayé en la cama", dijo, ya que giró a la izquierda en la Avenida de Manhattan. La parada del tren G estaba allí, y un hombre estaba apoyado en la barandilla, tocando una canción sin melodía en una guitarra. Cruzando la calle había una tienda de Thrifty en el que aún se podía conseguir conos de helado a 50 centavos. "Me desmayé en la sala de estar y Jordan me puso en su habitación." "¿En serio?" "Bueno, si no fue Jordan, alguien entró en su casa y me puso en la cama. Personalmente prefiero la teoría de Jordan. Es menos espeluznante." "No es eso, ¿que estabas haciendo, borracha, con Jordan? El no bebe mucho." "Ni te lo imaginas. Tiene un gusto horrible por el tequila." "Izzy." Simon puso su mano en su muñeca. "Sólo quiero saber por qué viniste." Ella volvió la cabeza lejos de él, su pelo negro brillante se deslizaba por su espalda. Tenía una pequeña marca en la parte inferior izquierda de su garganta, justo por encima de la clavícula. Se veía vulnerable, de alguna manera. Simon quería sentirla con los dedos, pero mantuvo las manos en los bolsillos. "Todo apesta", dijo. "Vi a Helen y Aline ayer por la noche. Fuimos a cenar. Son tan felices, y sigo pensando" Se mordió el labio. "Mis padres se están divorciando, eso creo", dijo. "Alec es feliz, pero nunca lo veo. Jace es [censurado, ¡lo siento chicos!]. Max está muerto. Y Clary..." "Lo entiendo", dijo, con suavidad. "Necesitabas a alguien con quien hablar y no podías pensar en nadie más." "¡No!", dijo Isabelle, la frustración era evidente en su voz. "Quería hablar contigo. Yo siempre... quiero decir, me gusta hablar contigo. Aunque las cosas no fueran así, lo haría. . . “Ella lo miró de soslayo. "Quiero decir, aunque siguiéramos saliendo" "Pero no fue así... nunca fue serio", dijo Simon con torpeza. "No pensé que tu querías. . . " "¿En serio? ¿Quieres que sea en serio? ", Preguntó Isabelle. Había cierta rigidez en su voz, el orgullo, pensó Simon. Isabelle no era el tipo de chica que daba el primer paso con los chicos. Ella no era la clase de chica que tenía que hacerlo. "¿En serio?" Isabelle hizo un ruido exasperado. "Mira, yo no vine la noche anterior porque seas el número seis en alguna lista y todos los demás no estuviesen disponibles. Vine porque... me gustas. Tú me hace sentir mejor. Quizás es algo acerca de tu cara" "¿Mi cara te hace sentir mejor?" Lo que ella estaba diciendo que era tranquilizador, dulce, confiable, todas esas cosas, cosas que él sabía Clary pensaba de él, cosas que no podía ayudarle a ver en Jace. A Isabelle le gustaban los tipos peligrosos, no tranquilizadores. Tranquilizador como los animales de peluche. ¿Cómo podía ser un vampiro y no ser sexualmente amenazante? No estaba seguro, pero de alguna manera, lo había logrado. Se salvó de tener más conversación a su llegada al apartamento de Magnus, el lobby como siempre, olía como una combinación de orina de gato y a pizza rancia. Simon camino por las escaleras después de Isabelle, recordando la primera vez que había estado en aquel lugar, como aplastó a Izzy con la secreta esperanza de que Clary se pusiera celosa, y no, eso no había funcionado. El apartamento de Magnus había estado lleno de humo de arco iris y subterráneos, ahora, y ahora prestándole atención, era tranquilo y estaba lleno de la luz del sol del mediodía. Magnus, Jocelyn y Alec estaban sentados alrededor de una mesa rectangular. Magnus tenía en la mano una taza de café, vestía un traje de color verde oscuro con franjas de amarillas, su pelo negro era una masa desordenada. Alec parecía... Alec. Alzó las cejas a su hermana cuando ella entró en la habitación, pero no parecía inclinado a matar a cualquiera. Pero Jocelyn miró a Simon con los ojos tan penetrantes como si fueran uñas. "¿Dónde está Clary?", pregunto con firmeza. 

Extracto 3
Maia estaba esperando en MacCarren Park, en uno de los estrechos caminos espolvoreados con los esqueletos de las hojas caídas. Llevaba una chaqueta de cuero gris y un sombrero de color rosa suave, hundido hasta las orejas, hacia que su cabello se encrespara violentamente escapando en un halo dorado. Saludó con la mano, ya que tentativamente se acercaban a ella, las primeras palabras de su boca fueron: 

Alec dejó caer su luz mágica. La luz se apagó y cayó de rodillas, escarbando en el sueño entre la basura y la suciedad, la arena debajo de las uñas. Por fin algo se iluminó ante sus ojos, y se levantó para ver a Magnus ante él, con la luz mágica en su mano. Brillaba y parpadeaba con una luz de extraño color.

"No debe encenderse así," dijo Alec, de forma automática. "Para cualquier persona, menos para los Cazadores de Sombras."

Magnus lo extendió. El corazón de la luz mágica brillaba un rojo oscuro, como el carbón de un incendio.

"¿Es por tu padre?," preguntó Alec.

Magnus no respondió, sólo inclinó la piedra rúnica en la palma de Alec. A medida que sus manos se tocaron, su cara cambió. "Estás muy frío."

"¿Lo estoy?"

"Alexander..." Magnus lo atrajo hacia sí, y la luz mágica oscilaba entre ellos, su color cambiaba rápidamente. Alec nunca había visto una piedra rúnica de luz mágica hacerlo antes. Apoyó la cabeza contra el hombro de Magnus y dejó a Magnus sostenerlo. El corazón de Magnus no palpitaba como el de un humano: era más lento, pero constante. A veces, Alec pensaba que era la cosa más firme en su vida.

"Bésame," dijo Alec, inclinando la cabeza hacia arriba; los ojos de Magnus eran tristes y ensombrecidos, e ilegibles.

Magnus llevó su mano al lado de la cara de Alec y suavemente, casi distraído, pasó el pulgar a lo largo de los pómulos de Alec. Cuando se inclinó para darle un beso que olía a madera de sándalo. Alec aferró la manga de la chaqueta de Magnus, y la luz mágica, que estaba entre los dos cuerpos, estalló en colores rosa y azul y verde, mientras sus labios se tocaron. 

Extraxto 4

–Alec no es feliz –dijo Magnus como si ella no hubiera hablado. 

–Claro que no lo es –respondió bruscamente Isabelle–. Jace…

–Jace –repitió Magnus, y sus manos se cerraron en puños en sus costados.

Isabelle se quedó mirándole fijamente. Ella siempre había pensado que a él no le molestaba Jace, que incluso le caía bien, una vez se hubo resuelto la cuestión de los sentimientos de Alec. En voz alta ella añadió:

–Yo pensaba que erais amigos.

–No es eso –explicó Magnus–. Hay algunas personas… personas a las que el universo parece haber distinguido con destinos especiales. Con favores especiales y tormentos especiales. Sabe Dios que todos nos vemos atraídos hacia lo que es bello y vulnerable, a mí me ha pasado. Pero algunas personas no tienen arreglo. O si lo tienen, es sólo a través de un amor y un sacrificio tan increíbles que destruyen a quien lo entrega.

Isabelle negó con la cabeza lentamente.

–Me estás confundiendo. Jace es nuestro hermano, pero para Alec… Él también es el parabatai de Jace…

–Sé acerca de los parabatai –se quejó Magnus alzando el tono de su voz–. He conocido a parabatais tan unidos que eran casi la misma persona. ¿Sabes lo que sucede cuando uno de ellos muere, al que se queda…?

–¡Para! –Isabelle se llevó las palmas de las manos a los oídos, luego las bajó lentamente–. ¡Cómo te atreves, Magnus Bane! –le recriminó ella–. ¡Cómo te atreves a hacer esto más difícil de lo que ya es!

Magnus dejó caer las manos. Miraba con los ojos muy abiertos, como si su arrebato le hubiera asustado hasta a él mismo.

–Lo siento. Lo olvido, que a veces…, con todo tu autocontrol y fuerza, posees la misma vulnerabilidad que Alec.

–No hay nada débil en Alec –protestó Isabelle.

–No –contestó Magnus–. Amar como vosotros decidís hacerlo, eso es lo que requiere de fortaleza. El asunto es que quería que vinieras por él. Hay cosas que yo no puedo hacer por él, que no puedo darle… –Por un instante Magnus pareció extrañamente vulnerable–. Al igual que él, conoces a Jace desde siempre. Tú puedes ofrecerle una comprensión que yo no puedo. Y él te quiere.

–Por supuesto que me quiere. Soy su hermana.

–La sangre no es amor –dijo Magnus y su voz fue amarga–. Simplemente pregúntale a Clary.


Fuente Mi Biblioteca Secreta

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